Indonesia es enorme. Un archipiélago que cuenta con más de 17.000 islas y 240 millones de habitantes. Según la isla en que uno se encuentre, puede experimentar distintas miradas del país. La capital es Jakarta, en la isla de Java (más o menos al centro del país). Sumatra es la isla más grande, al norte. Más de 220 millones pertenecen al islam, siendo hinduistas sólo el 2% de la población. Mi visita se centró en Bali - una isla bastante enfocada en el turismo y de las pocas islas hinduistas -, Lombok y Gili Trawangan (las dos últimas, recomendadas por una chica francesa que conocí en Koh Phangan, Tailandia).
De la húmeda y calurosa Singapur, volando unos 1.600km al sureste, no cambió mucho el clima al llegar a Denpasar, Bali. El taxi ("taksi") nos dejó en Kuta y siendo pasada la medianoche, sólo quedaba dormir.
Al día siguiente y por los próximos 9 días Indonesia sería el último país por conocer en esta gran travesía por Asia. Sintiéndome algo nostálgica ya comenzaba la aventura en Bali, en sus estrechas calles, con sus amistosos habitantes, bellas playas, impresionantes templos, diarios ritos religiosos, único café y deliciosa comida.
Kuta, al sur de Bali, se presenta como el centro turístico de la isla con muchos gringos rondando por ahí. La playa se extiende por varios kilómetros con una arena un tanto grisácea y olas que llaman a surfistas de todo el mundo.
Para el desayuno, lo clásico es un café de Bali ("Bali Copi"). Éste lo preparan de manera tan concentrada y terrosa, que te lo sirven con un tarro de leche condensada al lado. Era lo mejor, leche+azúcar en uno solo. Por supuesto que primero lo probé solito y era bastante fuerte su sabor, cuerpo y aroma. Luego, con la leche condensada quedaba más fácil de tomar.
La primera playita a visitar fue Padang Padang a unos 40 minutos de Kuta. Un refugio de la masa turística, pequeña, con dorada arena y mar tibio y tranquilo. La cena, por supuesto un típico curry indonesio (no se diferenciaba mucho de uno tailandés o camboyano) que, por supuesto, disfruté al máximo y después un helado de "tamarillo" y mango. ¡Slurp!
Al día siguiente, recorrido por la isla en un tour. Partiendo por el espectáculo teatrar del Barong. El Barong es un personaje que forma parte de la mitología en Bali. Es el rey de los espíritus, el líder de los anfitriones del bien y enemigo del rey demonio, Rangda. Es una especie de león enmascarado (ver foto más abajo). Genial actuación del Barong e impecable danza junto a la música que nos hacía entrar en trance.
Luego de la magia del teatro, nos dirigimos a talleres de artesanos. Batik, plata y pintura fueron las especialidades elegidas. Ya llegando la hora de almuerzo, fuimos subiendo hasta llegar al frente del volcán Penginapan, donde, con una vista privilegiada, disfrutamos de un buffet. El día se comenzó a nublar, llegando al punto de perder de vista al volcán que teníamos al frente.
Una vez comida la merienda, el siguiente destino era uno de los que más me interesaba: la reserva de especias, café y cocoa. Llegando, lo primero que nos presentan es el famosísimo Luwak, ese pequeño mamífero que se come la cereza de café. El grano después es defecado, limpiado y procesado para convertirse en la taza de café más cara del mundo. Todas esas cosas que nos contaban en Starbucks, ¡eran ciertas! El Luwak estaba muy cansado, así que sólo dormía en su jaulita. Ahí nos explicaron todo el proceso del café, tenían los arbustos ahí mismo y los granos de café verdes, semi tostados y tostados para su molienda e infusión. También en la reserva contaban con plantas de ají, cocoa, papaya. Nos dieron a probar Bali Copi, Gingseng Copi, Cocoa, Lemongrass Tea y Gingseng Tea. Todo delicioso. Del arbusto de ají, me robé uno enano para degustar en la cena.
Tueste de café.
Terminando en la reserva, el tur seguía en un templo gigante (no recuerdo su nombre). Justo tocó la celebración religiosa del Galungan, donde festejan el triunfo de Dharma sobre Adharma (el mal). Parte de la tradición involucra dejar hojas de coco, flores, frutas y comida en general en la entrada de cada casa para invocar la prosperidad.
En el templo, mujeres caminaban en filas con ofrendas y otros creyentes se sumergían en aguas benditas.
En el camino de regreso a Kuta, pasamos por impresionantes terrazas de arroz.
Finalmente, en la cena, probé el ají y casi me morí.
Ya era viernes 14 de mayo de 2010 y era tiempo para visitar la siguiente isla: Lombok. Fue un viaje bastante largo (unas dos horas de Kuta al puerto y después 4 horas a Lombok). En la isla nos quedamos en Senggigi, donde disfrutamos de la playita con hermosas palmeras.
Cortísima visita, sólo de paso, ya que a la mañana siguiente el destino era una de las famosas islas Gili, Gili Trawangan. Estas islas son todas pequeñísimas. Dar la vuelta completa por la Trawangan no toma más de dos horas (y es la más grande de las 3 Gili). De hecho, "Gili" significa "pequeña isla" en idioma nativo de Lombok. Estas islas no cuentan con tráfico motorizado, por lo que es absolutamente agradable pasear sin contaminación ni ruidos molestos de bocinazos. Arena blanca, agua cristalina, gente amorosísima, tranquilidad absoluta. Ya casi terminando el paseo del día recorriendo la islita, ¡sorpresa! Lluvia monzónica. Era tan fuerte que la mejor decisión fue esperar a que ésta pasara. Lo divertido fue que para volver a nuestra cabañita tuvimos que caminar por pozas eternas de agua que superaban el nivel de los tobillos. En chalas. Y resulta que las calles son de tierra y por ahí pasean muchos ponis. Ñami. Ya estaba oscuro y la luz se cortaba a ratos. Cuando se estabilizó la situación, el chico de las cabañas nos ofreció películas para ver, así que terminó siendo una noche de cine.
Otra de las gracias de las islas Gili, es que se puede hacer snorkel ahí mismo, nadando desde la orilla, sin necesidad de ir mar adentro. Arriendo de snorkel, "gualetas" y chaleco salvavidas y ¡al mar! El agua a una temperatura exquisita y algunos pececillos logré divisar y unos corales. La corriente estaba un poco fuerte, así que no me adentré mucho. El día estaba hermoso, muy soleado.
Debo decir también que las Gili son islas musulmanas. Típico era, al ocultarse el sol, escuchar aquellos cantos del Corán a todo dar desde la mezquita local, cantos que invadían toda la isla.
De vuelta en Lombok, recorriendo la isla tuve un almuerzo bastante local, mi plato se llamaba Plecing Kangkung y constaba de porotos verdes, dientes de dragón, maní tostado, más verduras verdes y algo como tomate. Lamentablemente tenía sabor a pescado, así que no lo comí todo, me vino la demencia vegetariana. La gente en Lombok también es muy amistosa y buena para conversar. Eso de que se quedan pegados más de media hora conversándote sobre la vida. La mayoría nos preguntaba de dónde éramos y todos estaban absolutamente al tanto del terremoto en Chile, el cual había ocurrido un par de meses atrás. Les pregunté qué había ocurrido con ellos en el gran terremoto del 2004 (ignorante yo), me respondieron que como el terremoto afectó Sumatra, ellos ni se enteraron, está tan lejos que es como preguntarle en Chile a un puntarenense si sintió el terremoto de febrero. Plop.
Y así se fueron los 9 días en Indonesia. Una visita cortísima para un país enorme. Esta visita me dio solo un pequeño pincelazo de lo que es realmente este gran archipiélago. En 9 días sólo se alcanza a conocer un poco del lugar donde uno está, algo de la cultura, la gente y costumbres.
Lamentablemente, ya era tiempo de volver a Bali y tomar nuestro avión que nos devolvería al norte, precisamente a Bangkok, Tailandia, para el vuelo final de regreso a mi Auckland querido, Nueva Zelandia.
Lo que no esperábamos era encontrarnos con una gran sorpresa en Bangkok. ¡Atentos al siguiente capítulo!
De la húmeda y calurosa Singapur, volando unos 1.600km al sureste, no cambió mucho el clima al llegar a Denpasar, Bali. El taxi ("taksi") nos dejó en Kuta y siendo pasada la medianoche, sólo quedaba dormir.
Al día siguiente y por los próximos 9 días Indonesia sería el último país por conocer en esta gran travesía por Asia. Sintiéndome algo nostálgica ya comenzaba la aventura en Bali, en sus estrechas calles, con sus amistosos habitantes, bellas playas, impresionantes templos, diarios ritos religiosos, único café y deliciosa comida.
Kuta, al sur de Bali, se presenta como el centro turístico de la isla con muchos gringos rondando por ahí. La playa se extiende por varios kilómetros con una arena un tanto grisácea y olas que llaman a surfistas de todo el mundo.
Para el desayuno, lo clásico es un café de Bali ("Bali Copi"). Éste lo preparan de manera tan concentrada y terrosa, que te lo sirven con un tarro de leche condensada al lado. Era lo mejor, leche+azúcar en uno solo. Por supuesto que primero lo probé solito y era bastante fuerte su sabor, cuerpo y aroma. Luego, con la leche condensada quedaba más fácil de tomar.
La primera playita a visitar fue Padang Padang a unos 40 minutos de Kuta. Un refugio de la masa turística, pequeña, con dorada arena y mar tibio y tranquilo. La cena, por supuesto un típico curry indonesio (no se diferenciaba mucho de uno tailandés o camboyano) que, por supuesto, disfruté al máximo y después un helado de "tamarillo" y mango. ¡Slurp!
Al día siguiente, recorrido por la isla en un tour. Partiendo por el espectáculo teatrar del Barong. El Barong es un personaje que forma parte de la mitología en Bali. Es el rey de los espíritus, el líder de los anfitriones del bien y enemigo del rey demonio, Rangda. Es una especie de león enmascarado (ver foto más abajo). Genial actuación del Barong e impecable danza junto a la música que nos hacía entrar en trance.
Luego de la magia del teatro, nos dirigimos a talleres de artesanos. Batik, plata y pintura fueron las especialidades elegidas. Ya llegando la hora de almuerzo, fuimos subiendo hasta llegar al frente del volcán Penginapan, donde, con una vista privilegiada, disfrutamos de un buffet. El día se comenzó a nublar, llegando al punto de perder de vista al volcán que teníamos al frente.
Una vez comida la merienda, el siguiente destino era uno de los que más me interesaba: la reserva de especias, café y cocoa. Llegando, lo primero que nos presentan es el famosísimo Luwak, ese pequeño mamífero que se come la cereza de café. El grano después es defecado, limpiado y procesado para convertirse en la taza de café más cara del mundo. Todas esas cosas que nos contaban en Starbucks, ¡eran ciertas! El Luwak estaba muy cansado, así que sólo dormía en su jaulita. Ahí nos explicaron todo el proceso del café, tenían los arbustos ahí mismo y los granos de café verdes, semi tostados y tostados para su molienda e infusión. También en la reserva contaban con plantas de ají, cocoa, papaya. Nos dieron a probar Bali Copi, Gingseng Copi, Cocoa, Lemongrass Tea y Gingseng Tea. Todo delicioso. Del arbusto de ají, me robé uno enano para degustar en la cena.
Luwak durmiendo.
Cata de té, café y chocolate.
Tueste de café.
Terminando en la reserva, el tur seguía en un templo gigante (no recuerdo su nombre). Justo tocó la celebración religiosa del Galungan, donde festejan el triunfo de Dharma sobre Adharma (el mal). Parte de la tradición involucra dejar hojas de coco, flores, frutas y comida en general en la entrada de cada casa para invocar la prosperidad.
En el templo, mujeres caminaban en filas con ofrendas y otros creyentes se sumergían en aguas benditas.
En el camino de regreso a Kuta, pasamos por impresionantes terrazas de arroz.
Finalmente, en la cena, probé el ají y casi me morí.
Ya era viernes 14 de mayo de 2010 y era tiempo para visitar la siguiente isla: Lombok. Fue un viaje bastante largo (unas dos horas de Kuta al puerto y después 4 horas a Lombok). En la isla nos quedamos en Senggigi, donde disfrutamos de la playita con hermosas palmeras.
Cortísima visita, sólo de paso, ya que a la mañana siguiente el destino era una de las famosas islas Gili, Gili Trawangan. Estas islas son todas pequeñísimas. Dar la vuelta completa por la Trawangan no toma más de dos horas (y es la más grande de las 3 Gili). De hecho, "Gili" significa "pequeña isla" en idioma nativo de Lombok. Estas islas no cuentan con tráfico motorizado, por lo que es absolutamente agradable pasear sin contaminación ni ruidos molestos de bocinazos. Arena blanca, agua cristalina, gente amorosísima, tranquilidad absoluta. Ya casi terminando el paseo del día recorriendo la islita, ¡sorpresa! Lluvia monzónica. Era tan fuerte que la mejor decisión fue esperar a que ésta pasara. Lo divertido fue que para volver a nuestra cabañita tuvimos que caminar por pozas eternas de agua que superaban el nivel de los tobillos. En chalas. Y resulta que las calles son de tierra y por ahí pasean muchos ponis. Ñami. Ya estaba oscuro y la luz se cortaba a ratos. Cuando se estabilizó la situación, el chico de las cabañas nos ofreció películas para ver, así que terminó siendo una noche de cine.
Otra de las gracias de las islas Gili, es que se puede hacer snorkel ahí mismo, nadando desde la orilla, sin necesidad de ir mar adentro. Arriendo de snorkel, "gualetas" y chaleco salvavidas y ¡al mar! El agua a una temperatura exquisita y algunos pececillos logré divisar y unos corales. La corriente estaba un poco fuerte, así que no me adentré mucho. El día estaba hermoso, muy soleado.
Debo decir también que las Gili son islas musulmanas. Típico era, al ocultarse el sol, escuchar aquellos cantos del Corán a todo dar desde la mezquita local, cantos que invadían toda la isla.
Bote de regreso a Lombok.
De vuelta en Lombok, recorriendo la isla tuve un almuerzo bastante local, mi plato se llamaba Plecing Kangkung y constaba de porotos verdes, dientes de dragón, maní tostado, más verduras verdes y algo como tomate. Lamentablemente tenía sabor a pescado, así que no lo comí todo, me vino la demencia vegetariana. La gente en Lombok también es muy amistosa y buena para conversar. Eso de que se quedan pegados más de media hora conversándote sobre la vida. La mayoría nos preguntaba de dónde éramos y todos estaban absolutamente al tanto del terremoto en Chile, el cual había ocurrido un par de meses atrás. Les pregunté qué había ocurrido con ellos en el gran terremoto del 2004 (ignorante yo), me respondieron que como el terremoto afectó Sumatra, ellos ni se enteraron, está tan lejos que es como preguntarle en Chile a un puntarenense si sintió el terremoto de febrero. Plop.
Y así se fueron los 9 días en Indonesia. Una visita cortísima para un país enorme. Esta visita me dio solo un pequeño pincelazo de lo que es realmente este gran archipiélago. En 9 días sólo se alcanza a conocer un poco del lugar donde uno está, algo de la cultura, la gente y costumbres.
Lamentablemente, ya era tiempo de volver a Bali y tomar nuestro avión que nos devolvería al norte, precisamente a Bangkok, Tailandia, para el vuelo final de regreso a mi Auckland querido, Nueva Zelandia.
Lo que no esperábamos era encontrarnos con una gran sorpresa en Bangkok. ¡Atentos al siguiente capítulo!
Arroceros.
La playa en Kuta.
Mujeres de Bali preparándose para Galungan
Fruta rara.
¡Chao, Indonesia!